Monday 2 November 2015

VIAJE SIN RETORNO


Las ruedas giraban y el taxi seguía su curso.
Edificios color cementerio se sucedían en el retrovisor y en su mente todas las premeditadas y oscuras formas de interrumpir para siempre aquel recorrido inútil.

Frena en el semáforo y ajusta sus pensamientos. Hoy era el día. Iría hacia las afueras de la ciudad, pisaría fuerte el acelerador con los ojos clavados en la aguja del velocímetro hasta llegar a tope: 200 km/h. Allí soltaría el volante y las riendas de su vida. Seguirían metros o kilómetros inciertos hasta la gran colisión contra su vulgar existencia.

Moriría en ese taxi, ese maldito taxi que hace tiempo lo había sentenciado con su rutina, su frialdad, su vacío y su intolerable soledad.

Aunque a veces los ojos de Marta le hacían crecer flores en el alma y soñaba despierto y navegaba dulcemente en un mar de autos y lanzaba besos en las esquinas y contaba cuentos de caramelo a los pasajeros que llevaba.

Pero no era momento para pensar en ello, la decisión ya estaba tomada, el taxi estaba viejo, al igual que su dueño y  ya no había combustible capaz de energizar esas entrañas, esos engranajes corroídos.

Recorrió sus últimos km eligiendo el lugar para dejarse llevar. Su corazón fue emulando el latido del motor. Su cuerpo se fue amalgamando al asiento y al volante, se había vuelto uno con el taxi. Bólido sin órbita y sin rumbo con un destino marcado a fuego. Desvió sus ojos hacia el reloj, leyó 11:45 y sintió una punción en el pecho que le indicó que ese era el momento.

Estaba a punto de cerrar definitivamente los ojos cuando vió dos mujeres al costado de la ruta agitando los brazos con desesperación. En medio de tal confusión, no tuvo otra opción que frenar.

Al frenar se percató de que una de las mujeres había roto bolsa y estaba a punto de parir. Se vió obligado a bajar para ayudarla a subir. La otra mujer, que a su entender parecería ser la comadrona, subió del otro lado presurosa y ayudó a la embarazada a acomodarse con las piernas abiertas en el asiento trasero de su vehículo. Arrancó con la certeza de que su muerte había quedado rezagada, la vida  estaba a flor de piel y no se hacía esperar.

Condujo ensimismado, perdido en el aullido de aquella mujer-loba, que sudaba vida por los poros y era volcán en erupción dentro de un taxi que ya no gobernaba, reducto de manantiales calientes, sudor y oscuridad. Un taxi que inspiraba muerte y exhalaba vida. Una vida que había tomado el volante y no tenía idea alguna de en que dirección lo estaba llevando. Dentro de su taxi, dos mujeres, y dentro de una de ellas, vida, le hacían ver que el mundo estaba en movimiento.
Hasta que, de repente, en su cabeza dejo de existir el tiempo y el espacio. Estacionó el taxi al costado de la ruta, ya no había lugar a donde llegar, la vida estaba sucediendo ahí mismo, en el taxi, frente a sus ojos.

Nacería en ese taxi, ese bendito taxi que de ataúd había devenido en útero para darle la bienvenida a un nuevo pasajero que culminaría su viaje cruzando el túnel.

Vió al pequeño embadurnado en sangre que lloraba para mostrar que estaba vivo.  Y el aire fue mutando de vaho a brisa.

 Se recostó a unos metros en el pasto a mirar el cielo estrellado. Se sentía extraño, por primera él mismo era el llevado a destino,  acarreado desde las puertas de la muerte hasta las de la vida por aquella mujer. Una maniobra inesperada, fortuita, oportuna embestiendo a la vida y esquivando a la muerte.

Y se quedo un rato mas recostado con la vista al cielo, manejando su taxi imaginario por las estrellas, doblando y girando en un viaje infinito.




DESAYUNO


Me acerque sin hacer ruido a la cama apenas iluminada por el velador.
Observe a mi hija dormir. Estiré la mano pero no llegue a tocarla. Dudé un instante pero el amor pudo más y mi mano fue en busca de la suya.
Me quedé  unos segundos garabateando mimos en su palma y fue allí que solté una lágrima gorda, sentida. ¡Estaba tan feliz de que haya regresado!.
Atrás habían quedado esas noches de insomnio, angustia y miedo. Todo ese vacío se había colmado, tomando sentido. Estaba allí, frente a mis ojos, tranquila, relajada, con un dejo de sonrisa que se le escapaba de la sábana, durmiendo, quizás soñando con el mundo que aquel día salió a abrazar.
ue solté una lágrima gordainosabusca de la suya utensilios y ninguna pista en particulas.sa boca abierta en un mantraDonde los hombres no forman pirámides sino círculos”, ella decía, y esos círculos no tienen principio ni final”.
Contemplativo me preguntaba si lo habría encontrado. Mis ojos divagaban cual faros por la habitación en penumbra. Encontraron su mochila abierta tirada contra la pared. Alrededor de ella, desperdigados trastes, cachivaches, ropas, utensilios y ninguna pista en particular.
Hasta que volví a ver su cara y en ella distinguí huellas de sol, de todos los soles que habían coronado aquellos días de camino.
Y en la aspereza de sus manos sentí la tierra, los km andados.
Su pelo había intimado con el viento y había tomado su forma.
Su olor guardaba vestigios de mar, se había vuelto profundo e intenso como las olas, como el cielo estrellado que descubrí al asomarme por la ventana y al reconocerlo como testigo de sus aventuras, me sonreí.
Mañana en el desayuno quizás me cuente que somos hijos de la tierra pero yo ya lo estaré viendo a través de sus ojos.

SANTA CARNE


Un matadero disfrazado de altar.
El clava su cuchillo
y despliega su rutina de muerte.
Ella aprieta su rosario
y anuncia un nuevo misterio de dolor.
¿Por qué tanta cruz en el nombre del Padre?.
Tomen y coman todos de el, se oyó.
Y comieron
vísceras,
tripas,
se devoraron todo…
Y en el arrebato ella se quedó sin espíritu
y él con las manos llenas de sangre.
La novicia rezó pero fue en vano,
el sacrificio había comenzado.
Y el carnicero vestido de cordero
despedazó a sus presas sin piedad.
Para quitar el pecado del mundo,
la carnicería universal.

Friday 10 July 2015

RESCASTISTA DEL AYER


Apareciste con los primeros soles del año,
despejada la mirada,
boina amarronada en una mano,
y en la otra una antigua maleta colorada.

Vuelo fugaz te había traído,
fulgurante te presentabas;
los que te acompañaban cargaban polvo
por las carreteras andadas.

Esos días compartimos techo,
comida, aventuras y andanzas,
más siempre te mostraste corriente,
no soltabas la hilacha.

Hasta que te saqué la ficha,
aquella tarde reposada,
cuando me contaste la historia
de tu abuelo y sus caminatas.

Ni al hombro le llegabas,
cuando de su mano andabas,
por el barrio deambulando,
tras reliquias olvidadas.

Iban desempolvando cositas,
con el sueño de arreglarlas,
de volver a darle vida
a esas piezas añejadas.

Asi fuiste heredando el amor,
de meter mano, cabeza y corazón,
en rescatar a lo antiguo
del abandono y la desolación.

Con tu boomerang vas,
devolviendo memoria,
trayéndola al presente,
donde vuelve a comenzar la historia.







EN TIEMPOS DE CLAUSURA


No cerrás un centro cultural.

Me cortás las piernas,
me encadenás las manos,
me vendás los ojos,
me amordazás la boca,
me rebanás las orejas,
me mutilás el olfato,
me restringís el bocho,
me censurás el corazón….

Thursday 9 July 2015

ANÉCDOTAS DEL BARRIO


No se porque lo hicimos.
Cierto era que siempre habíamos querido entrar en esa casa.

La puerta principal de roble, imponente. 
Las ventanas alargadas, rectangulares, azul intenso, asomaban detrás del vigoroso follaje de la enamorada del muro que se extendía serpenteante por las paredes desoladas. Al parecer,  lo único que quedaba aún con vida de aquella casa. Alineadas tejas estilo inglés del color del cielo nocturno en verano, coronaban a esta perla del olvido.

- Desde que tengo memoria, siempre estuvo deshabitada - sentenció Pedro mientras largaba el humo de su cigarro lentamente, dosificando el misterio.

Supongo que aquella noche nos ganó la curiosidad y las rejas ya no nos parecieron tan altas.
Extasiados por la adrenalina de lo prohibido, saltamos.

- Al fin y al cabo,  ya era hora de echarle un vistazo – balbucié rápida para que la duda no se atravesara.

Un vidrio roto en la parte trasera de la casa auspició la pronta irrupción de los forajidos.
Una vez dentro, oscuridad.
Los frágiles destellos de aquella luna menguante se colaban por las rendijas de la ventana dibujando contornos de todo lo que podíamos llegar a imaginar.
Entre las sombras se nos fueron apareciendo toda clase de ornamentos: un espejo circular, un antiguo reloj que daba siempre la misma hora,  centenares de libros y telarañas por doquier.
Pero fue la majestuosa silueta en penumbra de aquella escalera doble lo que nos cautivó. Escalones de mármol, barandas doradas y una sola dirección posible.
Atravesamos un corredor que se nos hizo eterno hasta que una puerta entreabierta nos tentó.

Tras ella
desparramadas dentro y fuera del mobiliario
por el piso
por todos lados
jaulas y jaulas vacías
con sus puertas abiertas
inertes
aún vivas...

Salimos disparados para la plaza.

Pedro se prendió un pucho y se quedó hablando con el humo.
Yo me hamaqué pensando….


Thursday 2 July 2015

LUGARES SIN NOMBRE


Ni muy tarde, ni muy temprano,
ni muy lejos, ni muy cerca de cualquier barrio al azar,
estaban ellos,
ni muy chicos, ni muy grandes,
escapando del vértigo de la modernidad
en ese lugar que no es.

Inmersos en aquella inverosímil quietud en medio del movimiento,
de ese espacio entre las cosas,
de ese pedazo de universo liberado,
donde no se está,
entendiendo estar en su acepción de permanecer.

Lo cierto es que a ambos les gustaba pasar el tiempo allí.
Reconocían poesía en aquel territorio emancipado de cálculos,
desestimado por la civilización.
Percibían incalculable belleza en aquel descampado,
genuina bocanada de cielo abierto y pasto verde
en medio de los ineludibles centinelas de cemento.

De tanto en tanto,
oían el crujir de fierro contra fierro in crescendo
y se alistaban sobre la gran pila de vigas abandonadas,
que hacían las veces de sillón,
a ver pasar al tren.

Veían caras y caras sucediéndose en continuo movimiento.
-  ¿De donde vienen?¿A donde irán?,
se preguntaba él con la mirada al cielo.
Pero al bajar la mirada, el último vagón ya había pasado.
-     Son tiempos agitados estos que corren,
suspiraba ella.
Y en el aire quedaba la incógnita de si los que iban allí dentro
tendrían el tiempo para hacerse preguntas.